Atabas.






Esto va dedicado a esa persona que un día se sentó a mi lado y me dijo que lo más maravilloso de la vida es aprender un arte.

Todo fue un silencio profundo, en ese momento me miró a los ojos y pudo notar en mi rostro que en sus palabras yo hallaría una respuesta, como también notó que sus palabras me llenaban de esperanza y aliento. Antes de que el silencio se tornara incomodo, el vaciló y haciendo caso omiso a mi pregunta dijo: -Y esa fue la historia de mi vida.

Pero todos los que conocíamos al viejo, sabíamos que no. Todos sabíamos que esa era una de las tantas historias que el tenia para contar, y es que él era como una enciclopedia, vos la podías abrir y cada vez encontrabas y aprendías cosas nuevas y él muy bien sabia, que yo confiaba plenamente en sus palabras.

Y es que, cómo no confiar si se mató noches enteras haciendo con sus propias manos la cuna donde dormí tanto tiempo cuando era bebé, cuna que aun conservo, ¿Cómo no confiar en él? si se pasó toda una vida guiándome y enseñándome grandes cosas que me encontraba en el camino. ¿Cómo no confiar en sus palabras? Si estaban llenas de sabiduría y experiencia, ¿Cómo no confiar en mi abuelo si era como una colcha de retazo? Fue: comerciante, vendedor, boxeador, atleta, luchador, cantante “Hugo di palma”, carpintero, entre otras profesiones que él me contaba cuando nos sentábamos a hablar.

Pero lo más bonito del abuelo, es que era una excelente persona. No quería que se fuera aún, pero ambos sabíamos que con esa frase: -Y esa fue la historia de mi vida. Era la sentencia de que la conversación había terminado. El viejo se paró, miró a cada uno de nosotros a los ojos, sonrió, dio media vuelta y se fue.

El segundo encuentro fue claramente igual que el anterior, Todos en el mismo lugar, el parque de un pueblo, el mismo número de personas y todas ocupábamos los mismos asientos de las bancas de cemento de aquel parque; todas nuestras miradas iban dirigidas a él. Nada había cambiado al primer encuentro excepto que la abuela rosa esta vez traía un vestido de flores rojas.

Al igual que la primera vez su discurso comenzó con la siguiente frase: - Yo ya les había contado que…- Esta vez ya no nos habló de su infancia, ni de su adolescencia, esta vez nos contó como conoció a la abuela y cuánto le costó enamorarla, también nos contó cómo empezaron una vida juntos entre otras cosas.

Como en el encuentro anterior, yo lancé la misma pregunta y al igual que la otra vez él se quedó callado. Todo fue un silencio profundo, antes de que el silencio se tornara incomodo él vaciló, miró a mi abuela y haciendo nuevamente caso omiso a mi pregunta dijo:

- Rosita Rosa Rosales, aunque tuvimos inconvenientes y discusiones nunca nos separamos ni una sola vez ¡te agradezco por ese amor incondicional que me diste! 

A lo que añadió:

-Y esta fue la historia de mi vida.

Fueron así, muchos días en los que soñaba con mi abuelo y cada encuentro era el mismo lugar, el mismo número de personas y la misma pregunta que yo le hacía y el nunca me respondía, esa pregunta que era:

¿POR QUÉ NOS DEJASTE EN EL MOMENTO EN QUE MÁS TE NECESITABAMOS? 

Hoy, después de más de seis años de su muerte, me di cuenta por qué él nunca le daba respuesta, y es porque mi abuelo en su inmensa sabiduría, sabía que él nunca nos iba a dejar, porque a pesar que su corazón dejó de latir y sus ojos se cerraron para siempre el 22 de marzo del 2004, sus enseñanzas y consejos quedaron en todos nosotros y no importa cuanto tiempo pase, por que él vivirá en nuestra mente y corazones siempre.


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