Cartas a Marcela





La primera vez que comencé a escribir, si mal no recuerdo, tenía 12 años, eran cartas de amor prematuro, eran escritas a tinta verde y en hoja cuadriculada, muchas veces utilizaba el rosado para darle un poco de sentimiento al texto.
Lo peor de todo es que la chica a la cual las cartas iban dirigidas aún las conserva, y siempre que hablamos me dice "Aún conservo tus cartas" con una sonrisita que no sé si me trata de decir lo cursi que era o lo bonito que yo le parecía en ese entonces.

Marcela era mi amor de verano, y digo verano no por efímera, lo digo porque venia a Medellín solo en época de vacaciones y navidad. No era si no que su tío la recogiera en la terminal y llegara al barrio en su amenaza roja (Carro), para que nosotros los muchachos del barrio nos sentáramos ahí en la acera de la casa y ella desde la ventana junto con su prima.
Podíamos pasar el día entero hablando con ellas dos, en ocasiones los partidos de fútbol ya no se jugaban en la calle, si no que los jugábamos en la acera para que ellas desde la ventana nos alentaran y celebraran los goles junto con nosotros.

El amor entre Marcela y yo salió a flote después de muchos partidos, muchas conversaciones y muchos recortes de torta que ella me regalaba, porque su tío trabajaba en Tortas y Tortas, y yo gozaba de ese beneficio.
Las cartas a Marcela comenzaron cuando ella regresaba a Urrao, su pueblo, donde ella vivía. Y yo se las entregaba cuando ella regresaba a Medellín o se las tiraba por debajo de la puerta de la casa de su tío (Se imaginan la cantidad de cartas represadas).
Ambos crecimos y aunque Marcela se vino a Medellín a estudiar su carrera ya no nos veíamos casi, pero cuando nos veíamos todo era como la primera vez, no importaba el tiempo que fuera, es más entre más tiempo pasaba de dejarnos de ver, el reencuentro era más intenso y nunca olvidaba sus cartas, las que yo le daba, las que le di cuando éramos chiquitos.

Marcela y yo aún somos amigos, la quiero bastante y sé que ella también porque me lo ha manifestado, nuestro cariño sigue vivo por los bonitos recuerdos y por esas cartas de amor que ella aún conserva y cada vez que hablamos me dice "¿Quieres que te lea una? " pero prefiero que no lo haga, prefiero imaginarme que son cosas bonitas y cosas cursis y ridículas de niño.

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