Yo soy uno de esos vecinos que usted no desearía tener.



Todos sin excepción, somos el mal vecino de alguien, porque eso de ser vecino no es nada fácil y más cuando resides en un edificio dónde para mantener la privacidad hay que hablar en señas, porque lo que se habla en el primer piso, se escucha hasta en el quinto y en los apartamentos vecinos.

Yo por ejemplo vivo en uno de estos, dónde en el primer piso hay un patio y es el centro de la construcción, y ahí todas las ventanas, de todos los pisos que dan al interior del edificio se comunican.

Me atrevo a decir que ¡No hay vecino bueno! ya de por sí la convivencia entre la propia familia es complicada, ahora imagínense compartir edificio con una manada de triplehijueputas. Los del primer piso escuchan reggaetón día y noche a todo taco, la del cuarto piso pone plancha y dice mi abuela que canta cómo una gata en celo, los del 308 que les da por golpear paredes por la noche (La pared del 308 da a mi habitación), los ruidos de patín en los pisos de arriba que aún no sé de donde proviene, están los que chorrean las escalas ¿quién sabe de qué? y los que tienen vueltas mierda las paredes y eso sin mencionar los que se roban los bombillos (Y si recuerdan que les mencioné que las ventanas que dan al interior se comunican, esa ventana es la de mi pieza, por donde se filtra la luz de la niña del 409, que no puede dormir si no es con la luz prendida) ¡Vida hijueputa la mía, no faltaba más! Ahora aparte de dormir con tapa oídos, me toca poner la cobija en la ventana para tapar la luz.

Menos mal que los del 102 se marcharon, ellos eran de esos vecinos que te veían llegar a la casa y te metían a la fuerza a sus rumbas, te obligaban a tomar un trago con la frase amenazadora "Si no se lo toma, se lo echamos" sin importar que te hubieras acabado de purgar, a ellos les debo una diarrea y varios días en cama.

El único vecino que le soportaba, era el punkero del 208 que te también se marchó, aunque ponía Polikarpa y Sus Viciosas a todo volumen, a todo taco, él cuando estaba borracho se paraba en el balcón a gritarle improperios a la gente que pasaba por la calle y a los vecinos de los otros apartamentos, excepto a mi, que decía que yo parecía pintor. (?)

Pero los vecinos más pesados y difíciles de llevar en el edificio son los del 309, parecen la policía comunitaria del recinto, ellos son los que velan por la calma de tan caótico lugar, pero en su intento de justicia son los que más desorden arman, por ejemplo cuando la música de algún vecino está muy dura son los que gritan ¡Que dicha, bájenle un poquito si! y si el vecino hace caso omiso, ellos son los que van a la caja de la luz y bajan los breques, dejando así sin luz a todo el edificio. 

Ellos son los que si en una noche no los dejan dormir por motivo de alguna rumba en los otros apartamentos, madrugan a las 4:00 a.m. prenden el equipo, la grabadora y radio reloj en simultánea con el Rosario de Maria a todo volumen en son de venganza. Ellos mismos son los que antes estaban pendientes de que a las 10:00 p.m. de la noche todos los focos de los pasillos de cada piso estuvieran apagados, pero ahora como pusieron sensor de movimiento son los que aflojan los focos para que no se prendan. Ellos, los del 309, en su afán de mantener la calma del edificio cada día viven en su propio infierno, esos los del 309 somos nosotros, mi mamá, mi papá y yo.

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